La última exhalación

Artista: Pablo Ziccarello
Curadora: Mariana Gioiosa

Los trabajos seleccionados para esta exposición, que abarcan casi 20 años de la producción de Pablo Ziccarello, reflejan las indagaciones que realizó sobre la muerte en distintos momentos de su vida. Se trata de cinco fotografías y un video que produjo entre 1997 y el 2016. Imágenes de cráneos humanos, tumbas y elementos que remiten literalmente al despojo y el misterio de nuestra existencia. “La fotografía se relaciona con la muerte porque registra momentos en el tiempo.”, analiza el artista.

En su niñez, incentivado por su padre quien fue su maestro en la forma de obtener imágenes duraderas debido a la acción de la luz, exploraba con retratos y panorámicas de la ciudad, pero no las había considerado para experimentar en sus producciones. Para Ziccarello el arte se vinculaba al dibujo y la pintura. Una muestra de fotografía contemporánea de la Chase Manhattan Collection que se realizó en el Museo Nacional de Bellas Artes fue la que le hizo cambiar la mirada sobre esta forma decapturar y plasmar imágenes a través del fijado de un medio sensible a la luz. A partir de ese encuentro con obras de Cindy Sherman, Andrés Serrano, Robert Mapplethorpe, Sol LeWitt, Barbara Kruger, Jeff Koons, David Hockney y Dan Graham, entre otros, quedó fascinado ante las posibilidades que permite esta técnica y la asimiló a la práctica artística en general.

Sus investigaciones con materiales fotosensibles iniciaron con la prueba de distintos métodos de iluminación y armados de escena antes de la captura de la imagen, aplicados sobre un cráneo prestado por un amigo estudiante de medicina. Estos restos óseos se confundían con distintas facetas del calendario lunar vinculando la imagen de la muerte con la del cielo nocturno. Quizás pensando en la trascendencia, como podemos ver también en el trabajo Optimum Non Nasci. Pero esta atracción por la temática de la muerte había comenzado ya en unos dibujos del cráneo en lápiz y carbonilla cuando aún estaba estudiando en la escuela nacional de bellas artes Prilidiano Pueyrredón, donde más tarde se recibiría de profesor de pintura. En esa época también leía periódicamente textos de Erasmo de Rotterdam, Albert Camus ,Emil Cioran, también Friederich Nietzsche quien lo llevó a pensar en la finitud de la vida y su relación con el concepto de “eterno retorno” del filósofo: aceptar que todos los sucesos vividos, todas las situaciones pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente.

Luego, suceden algunos acontecimientos que se asocian con la experimentación de la fotografía y la indagación en la muerte: las expediciones al cementerio donde tomaba imágenes de tumbas y monumentos con la excusa de probar las cámaras. En una entrevista realizada recientemente comenta: “en uno de esos paseos llegué a un lugar donde había una puerta que desembocaba en una escalera subterránea con el cartel de no pasar, pero nada lo impedía, entonces de curioso entré y fue allí donde encontré nichos totalmente vandalizados, con paredes pintadas, los herrajes robados y los huesos que se podían ver desparramadosdentro y fuera de los cajones. Observe un rato y decidí hacer unas fotos con una cámara polaroid que me habían prestado.”Esta situación lo llevó a reflexionar sobre cuál es el momento exacto de la muerte de una persona, el último aliento, o el olvido. Se presenta por primera vez de esta serie, un políptico que se puede ver en la sala de ESEADE.

Otro ejemplo es Vanitas, una fotografía que contiene una carabera sobre un suplemento de economía de un periódico de Países Bajos, ue realizó cuando se encontraba en el programa de artistas de la Rijksakademie van qbeeldendekunsten, en la ciudad de Ámsterdam. La obra que aquí se presenta tal como el nombre indica, nos lleva a la reflexión sobre la fugacidad de la vida y la inutilidad de los placeres mundanos ante la certeza de la muerte.

También se exhibe un film de 2016, con una duración de 18 minutos, realizadoen blanco y negro y película Super 8, que cuenta con la composición musical de Pablo Chimenti. En el relato vemos cráneos que se confunden con las piedras del desierto y dan cuenta del paso del tiempo. Lo que llamó aquí la atención es que “lo que queda finalmente de nuestro cuerpo no es muy diferente a un paisaje rocoso.”

Al mismo tiempo, un tema que atraviesa la obra de Ziccarello es el gran cambio que sufrió la tecnología desde 1990 hasta la actualidad.En este sentido, el artista considera la analógica como una“anciana” porque es el antecedente de lo que hoy llamamos fotografía, y aun esta activa. Tiene una posición crítica en cuanto a tecnología digital, no porque le permita mayor o menor creatividad, sino por el modo y el sentido de su uso: “mientras que me sea posible, tenga película, cámara y químicos para revelar prefiero la fotografía analógica”.

Por su clara impronta multidisciplinar y teniendo en cuenta las inquietudes, los planteos similares y elmismo contexto sociopolítico se lo podría considerar dentro dela generación de artistas que renovaron las prácticas fotográficas contemporáneas a través de la experimentación técnica ilimitada como Nacho Iasparra, Esteban Pastorino, Paula Grandio, Rosana Schoijett, Norberto Salerno, Fernando Brizuela, Paulo Fast, Florencia Blanco, Guillermo Ueno, entre otros.

Ziccarello registra lo ruinoso de la existencia humana, la osamenta, el sepulcro, los vestigios porque es una manera posible de graficar la experiencia del paso del tiempo. En su registro no se alinea con un morbo despreocupado o impertinente, sino que expone silenciosamente la muerte ante los ojos del espectador de una manera casi forense para dar cuenta que finalmente no seremos mucho más que una raíz seca o un animal petrificado.

Curadora: Mariana Gioiosa