Manifiesta

La norma social nos indica, en todo momento, cómo debemos existir, cómo debe verse nuestro aspecto, cómo debemos actuar y hasta cómo debemos sentir o amar(nos). Estas imposiciones sociales nos afectan a los individuos hasta el punto de poner en jaque nuestras identidades y géneros con nuestros propios cuerpos. El retrato de los cuerpos humanos y sus singularidades ha sido objeto de la fotografía desde los inicios de esta práctica. Sin embargo, como sostiene John Pultz1(1995), la fotografía moderna negó la existencia de una implicación de los fotógrafos con aquello que fotografiaban. Solo eran observadores imparciales de aquella realidad que estuviese frente a su lente. Fotografiaban sin juzgar ni comprometerse con esos cuerpos.

La posmodernidad cambió esas relaciones entre fotógrafos, su medio y el mundo. En este nuevo modo de relacionar los roles, los campos y las prácticas se inscribe la fotografía de María Horton (1975). En la trama discursiva de su obra se revelan mensajes de un compromiso existente entre su arte con los aspectos emocionales, sociales y políticos que atraviesan a los individuos y los cuerpos que resultan ser el objeto y el sustento de su trabajo.

Horton en sus series Deconstrucción2 (2017) y Piel3 (2021) pone el foco en cómo la mirada externa condiciona nuestros cuerpos y la forma en la que, a través de ellos, se manifiesta nuestra individualidad. Bajo el ojo escrutador de una sociedad radicalmente patriarcal, el cuerpo de los géneros disidentes, y de las mujeres, se convierten en un campo de batalla entre lo que se es y lo que se acepta que sea. En donde la corporalidad termina limitando a las personas y las convierte en seres performáticos para saciar las pretensiones de la sociedad. 

Deconstrucción, proyecto que nació como foto libro, da cuenta de este acto performático en el que personas transgenéricas llegan a dudar de su propia realidad, como si la piel que habitan no fuese suficiente testimonio de su esencia. Esta deconstrucción “a la inversa”, que propone

Horton, pone al espectador frente a la incomodidad visual de encontrarse ante aquello que por norma social no corresponde: la no correlación entre el sexo biológico y la imagen estética que, por norma, se le ha asignado como válida. 

El contraste que genera lo monocromático de su obra, sumado a la nitidez del trazo fotográfico de Horton, sumergen a la serie en un ambiente indeterminado pero intimista, en cuyo recorrido acompaña la deconstrucción incorrecta que abruma y cancela la existencia del ser en pos de la aceptación externa.

Esta “deconstrucción” no es una validación de las políticas heteronormativas cisgénero 4. Por lo contrario, propone luchar contra el absolutismo de un único modo de ser en un intento por lograr desmontar la creencia naturalizada de que la única verdad corpórea es aquella que responde a la concepción de un cuerpo biológico masculino o femenino, pese a la verdadera identidad de género de las personas.

En Piel, Horton cambia la severidad del blanco y negro por la vivacidad del color para mostrar con dramatismo como actúa la presión social aún en cuerpos heteronormativos. La construcción social del cuerpo impone ideales normativos que configuran las identidades y psiquis de las personas. La piel, los huesos y la carne se transforman en cárceles sofocantes. El cuerpo deja de ser un medio de expresión del Yo y pasa a ser un instrumento de tortura del cual hay que liberarse. Esta serie muestra la desesperación que conlleva el ser presos de la propia materialidad y la necesidad de exceder los límites del propio cuerpo para tener la posibilidad de perder la forma humana como soporte para la liberación de la verdadera esencia del ser, despojada de todo condicionamiento.

Manifiesta aúna estas series de Maria Horton como un disparador para tratar de encontrar nuevas maneras de habitar, resignificar y apoderarnos de nuestros espacios íntimos. Y, a la vez, que estos no sean condicionantes de nuestra identidad y esencia, sino un vehículo libre para su materialización.

“No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos vive tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse.”

Hermann Hesse (1919)

Ximena Poliszuk

1 John Pultz: (EE.UU., 1952) Doctor en Historia del Arte (New York University), profesor en la Universidad de Kansas y, con anterioridad, en la Universidad de New York y Tyler School of Art. Se ha desempeñado como curador y consultor curatorial del departamento de fotografía en el Spencer Museum of Art de la Universidad de Kansas; el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA; el Museo J. Paul Getty; y el Museo de Arte de Denver. Se especializa en la investigación de la fotografía en el contexto del arte contemporáneo.
2 En el año 2018 Maria Horton participó con esta serie en el Festival de la Luz, el cual ese año se llevó a cabo entre los días 01 de agosto y 02 de noviembre en la Ciudad de Buenos Aires.
3 Esta serie surge de la necesidad de la artista del maquillaje Elvira Soledad Escobar de plasmar en un trabajo de maquillaje de FX, su conceptualización sobre diferentes formas de habitar la propia piel.
4 Cisgénero (o Cis-Genero): Dentro del área de estudios de género se considera cisgénero a las personas cuya identidad de género concuerdan con el género anatómico o género biológico.
Artista:
MARÍA HORTON
Curaduría:
XIMENTA POLISZUK
Inauguración:
10/11/2022
Locación:
ESPACIO GARCÍA, VIDAL 3801, CABA
Docente:
EUGENIA GARAY BASUALDO

Fotos de Sala

María Horton

La artista fotográfica Maria Horton, ha centrado su trabajo en el retrato de los seres humanos y sus mundos interiores. Con un compromiso social fuerte ha plasmado en reiteradas oportunidades las diversas problemáticas sobre cuestiones de genero e identidad sexual en su participación como fotógrafa en las diversas marchas del Orgullo, como en marchas de Ni una menos y la legalización del aborto.

Manifiesta toma este núcleo del trabajo de Horton. A través de la exhibición de las series Deconstrucción y piel, en una muestra que intenta dar cuenta del campo de batalla en el que se transforma el cuerpo tanto para las mujeres, como para las personas transexuales y no binarias. También propone el planteo de como aún las personas cis-genero e inclusive hegemónicas se ven también día a día sometidas a hacer un acto performático de nuestras vidas para encajar en lo que es socialmente aceptado.

La fotografía de Horton presenta al cuerpo humano como un espacio en el que las emociones se materializan, así como también ámbito activo en la producción del significado. De esta manera es como el cuerpo, de las personas perteneciente a los grupos que han sido mencionados en el párrafo anterior, puede ser un lienzo, una pancarta, para poner en manifiesto su ser interior o por lo contrario convertirse en la más cruel y perene de las cárceles.

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